VILLA TOUMA, un filme palestino sobre el aislamiento y las emociones silenciadas

[Sevilla, España – 12 de abril de 2015]

En la tarde del sábado 11 de abril (2015) me propusieron ir al CICUS (Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla) para ver un largometraje palestino programado a las 20:00 horas en el marco de la Muestra de Cine Palestino. Sin preocuparme mucho por el título de la producción que iba a visionar, decidí unirme al plan y dejarme sorprender.

Suha Arraf, junto a la intérprete de la Muestra de Cine Palestino, responde a las preguntas después de la proyección de su filme VILLA TOUMA en el CICUS (11 de abril, 2015).
Suha Arraf, junto a la intérprete de la Muestra de Cine Palestino, responde a las preguntas después de la proyección de su filme VILLA TOUMA en el CICUS (11 de abril, 2015).

Como siempre, ir al cine para ver una película difícil de encontrar en las salas comerciales me emociona, pero esta vez, como en muchos otros eventos cinematográficos, descubrir la historia y el trabajo de una cineasta que desconocía me ha inspirado para seguir reflexionando aquí sobre el valor del cine y de los encuentros como espacios de aprendizaje, de educación, de estímulo intelectual y emocional.

El trabajo artístico aquí en cuestión es VILLA TOUMA, un largometraje de ficción (2014, 84min.) de Suha Arraf, guionista y realizadora palestina que, con su presencia en el evento, consiguió hacer que el visionado de su filme se convirtiera en una verdadera experiencia de diálogo, escucha y acercamiento a una realidad cultural que, como la palestina, queda a veces demasiado lejos de los horizontes a los que nos podemos abrir, a través de los medios, desde España y Occidente.

Según explica la sinopsis en español en el programa de la muestra, VILLA TOUMA cuenta la historia de “tres hermanas palestinas cristinas que han perdido sus tierras y estatus tras la guerra de 1967 [y que] no son capaces de enfrentarse a la dolorosa nueva realidad que se les ha impuesto, así que se encierran en su mansión y continúan viviendo en su cápsula del tiempo. Cuando su joven sobrina, Badia, entra en sus vidas, desafía su rutina y le da la vuelta a sus vidas, acaba con el silencio mortal en el que viven.” Esta trama, para algunos quizás poco innovadora por sus similitudes con otras obras como la famosa La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca, no sólo encierra con gran fuerza narrativa un viaje hacia las emociones humanas más profundas que la incomunicación, el orgullo y la intransigencia pueden provocar, sino que ofrece, con sutileza y elegancia, un marco simbólico muy elaborado para entender mejor la situación del aislamiento asfixiante que se vive en los territorios palestinos ocupados por Israel desde hace demasiado tiempo.

Esta película, rodada en Ramala, nos muestra, con un ritmo suficientemente lento para llegar a interiorizar la vida y el universo de estas mujeres, vivencias humanas afectadas por la Historia y el contexto socio-político de un país como Palestina. La villa se consolida en esta cinta, desde los primeros minutos, en el espacio vital de los personajes. Como argumentó de hecho la propia cineasta en el debate en el CICUS, “la casa encarna en si misma, de alguna manera, un quinto personaje en esta historia”. Un espacio elaborado y cuidadosamente protegido ante toda influencia del paso del tiempo, en el que las tres hermanas aristocráticas cristinas conviven, siguiendo normas estrictas y fuertes protocolos de autocensura, silenciadas en si mismas, casi invisibles en su mundo, reprimidas y sin esperanzas, con el único fin de mantener su “respetabilidad social” en un país ocupado donde lo han perdido casi todo, empezando por sus tierras y círculos sociales hasta la libertad de vivir sus vidas como realmente desearían.

Sin embargo, su vida hermética, rutinaria y fuera del tiempo se ve afectada por la llegada a la mansión de su sobrina, hija del matrimonio mixto entre su hermano y una mujer musulmana, ambos fallecidos durante el conflicto israelí-palestino. Esta llegada, con la que inicia el filme, empieza a fracturar, de forma real y metafórica, el sólido triangulo relacional que sostiene la vida artificial de las tres hermanas en la villa, haciendo que el silencio interno se abra, poco a poco, a los matices de sus personalidades y del mundo exterior. Así, de hecho, desveló Arraf su recurso cinematográfico de incluir en la narración, con el paso de la presencia de Badia en la villa, más y más sonidos del mundo exterior en las escenas que hablan desde el interior de la casa, como si de una apertura a la complejidad y diversidad del mundo real se tratara.

Si bien el final del filme puede sorprender en mayor o en menor medida, dejando el espacio abierto para un futuro inesperado en el que no se pueden prever más que nuevos dilemas y cambios, la falta de voluntad de comunicación y diálogo entre los mismos personajes y su mundo exterior puede dejar perplejo a más de un espectador que quiera profundizar con esta obra en la metáfora de unos territorios ocupados, como este hogar, aislados a la fuerza en el tiempo y en el espacio. Quizás esta reclusión en su mundo amenazado no les permita a las protagonistas ver más allá de su pasado y de sus propias luchas de supervivencia, pero como admitió Arraf al final del debate ante la pregunta de un palestino afincado en Sevilla que criticó la película por no centrarse en la representación de la opresión real que sufren los palestinos en sus tierras, “los palestinos también podemos contar otras historias más allá del conflicto político y de ser las víctimas”, si no no quedarán más temas de conversación cuando todo esto haya acabado.

Por último, aunque no sea un factor menos importante que el análisis de sus contenidos, resulta interesante conocer las dificultades que esta película y su misma directora afrontó al ser presentada en festivales internacionales, como Venecia y Toronto, bajo la etiqueta de”película palestina” y no israelí, cuando Arraf (palestina de pasaporte israelí) obtuvo fondos de instituciones israelíes para la producción de este largometraje. Si bien estas anécdotas responden a cuestiones de índole político y no cultural, resulta imprescindible saber también que este rechazo de las autoridades israelíes llevó recientemente a un cambio contundente en las políticas de apoyo a la producción cinematográfica israelí, con el fin de censurar y silenciar a cualquier ciudadano de Israel que, como Arraf, deseen expresar su herencia cultural e identidad palestina a pesar de ser portadora de un pasaporte israelí. Para saber más sobre este asunto, al igual que muchos otros aspectos y reflexiones sobre VILLA TOUMA, recomiendo, para terminar, este video del Q&A con Arraf, grabado en el Festival de Cine palestino de Bristol (Reino Unido).