[Sevilla, España – 14 de enero de 2015]
Es invierno y la noche parece abrirse silenciosa en las calles de Sevilla porque fuera hace bastante frío. Yo acabo de salir de un teatro y, sin saber bien por qué, me han entrado ganas de volver a casa para escribir. No es la primera vez que en un acto cultural me despierta las ganas de teclear, pero sí hacía tiempo que no sentía las ganas de publicar mis ideas, aún siendo en un espacio anónimo como este que, a partir de ahora, quiero reconocer como mi blog personal. Sin duda, el teatro me ha vuelto a despertar las ganas de expresarme.
La obra en cuestión es La Compañía – parte 01, una obra teatral por partes, de seis personajes, escrita por el sevillano Julio León Rocha y dirigida por Fran Pérez Román.
Ver hace pocas horas esta pieza teatral, escenificada en el céntrico Teatro Quintero de Sevilla por la compañía Teatro A Pelo, me ha servido para reanimarme a reseñar lo que vivo, siento y pienso cuando asisto a actividades culturales (o como nuestro mundo capitalista y mercantil se diría “cuando consumo productos culturales”). Hoy todo parece poder explicarse en clave de consumo, pero por suerte, al consumir o gastar una experiencia cultural, adquirimos mucho más que una suma cuantificable de “algo” (¿horas de entretenimiento, diversión o información?). Ante buenas experiencias (o ¿servicios?) culturales, estamos generando y ganando en reflexión, conocimiento, sensaciones y emociones. Estamos alimentando nuestro cerebro y espíritu de ideas y sentimientos, estamos nutriendo también ese “factor humano” que nos define como espacie (o eso esperamos). Esto es algo que sólo la Cultura (con mayúsculas), como quizás la espiritualidad, nos puede proveer.
Con un guiño audiovisual en estos tiempos de ideas interconectadas y referencias hipervinculables, antes de seguir, a modo de seguir añadiendo con-fusión de temas al asunto, quiero incluir a mis reflexiones estas explicaciones frescas y energéticas de una niña norteamericana al defender su proyecto de intercambio gratuito de libros (Little Free Library)…
Quizás me falte orden en este primer artículo, pero la teatralidad de las explicaciones de esta niña han vuelto a inspirarme para hablar esta noche acerca de la importancia del teatro, tal y como lo hizo hace unas horas la representación que estaba reseñando aquí…
La Compañía – parte 01 cuenta, valga la redundancia, la primera parte de una historia que sucede, meta-teatralmente, en un teatro que está a punto de ser vendido y ser transformado en un gran restaurante de comida rápida (en una sucursal de la famosa cadena Rey de la Hamburguesa, como podríamos llamarla en su traducción al español). En él, se encuentra ensayando una compañía teatral de jóvenes actores con pocos recursos que, con el beneplácito del dueño de la sala que está a punto de morir, se esfuerza para poner en marcha una versión contemporánea de Las Troyanas de Eurípides. Los pocos recursos y la precariedad del edificio hacen que los artistas busquen interpretar la obra clásica de forma “contemporánea”, lo que les aporta dudas, complicaciones y confusiones para encontrar el sentido de su adaptación en un escenario sin decorado y en un teatro en ruinas a punto de ser sacrificado para transformarse en un restaurante de comida basura.
En una historia que nos narra los esfuerzos de unos artistas por descubrir cómo re-interpretar lo vivido por Los Troyanas vencidas ante la famosa guerra helénica, el espacio de esta obra de teatro en el teatro nos recuerda la trascendencia de luchar por unos valores, unos ideales que sólo la Cultura (como es ese teatro) nos puede transmitir. Porque del paso de un teatro a un restaurante de comida rápida, sólo nos queda la derrota de las ideas, de la imaginación, del sueño y de la creatividad, vencidos por esa obesidad física y social que conlleva el aniquilamiento de la diversidad creativa de culturas y sociedades diferentes.
Esta obra teatral, con sus grandes virtudes y algunos factores mejorables, lleva meses en cartel. Como es habitual en la compañía Teatro a Pelo, la representación de hoy fue sólo la primera parte (como indica su título) de una historia que continuará con futuro capítulos (cuales episodios de una serie teatral) con los que, como buenos creadores de “productos culturales” cada vez más productivos, los autores buscan fidelizar al público, innovar en el formato teatral y aumentar las posibilidades de generar nuevos “productos culturales” con los que incentivar el consumo.
Sin juzgar estas técnicas narrativas y las tácticas de mantenimiento de audiencias que conllevan, creo que esta noche de teatro, en un teatro, pensando con la historia de La Compañía – parte 01 sobre la importancia del teatro, como de la Cultura, me ha servido para empezar. Sí, creo que estas horas me han servido para (re)iniciar a escribir, de otra forma, en este espacio que, quién sabe cómo evolucionará, busca convertirse simplemente en un refugio para mis pensamientos, reflexiones y descubrimientos, protegidos de todo tipo de amenaza de consumo materialista y degenerativo.
Sin mucho más, una noche de teatro con la que decido volver a escribir. Volver a compartir, ideas y reflexiones que sólo el arte y la cultura consiguen transmitirnos con-fusión. Una sacudida de ideas para empezar con algo nuevo.